Homenaje a Héctor Carrizosa
I La conmemoración de sus 80 años
La conmemoración tuvo lugar en la galería y centro cultural
Volare, junto a su casa en lo alto de Santiago, Nuevo León, y se invitó a amistades que lo
recordamos entrañablemente. Me siento
honrada de que pensaran en mí para una lectura comentada sobre su relación con
el personaje literario, y para alternar con la soprano Yvonne Garza, amiga y
cómplice musical cercana y admirada por el artista.
Con lluvia, niebla y lodo, el clima hacía prever una
cancelación o muy poca asistencia, pero llenamos el breve espacio que expone
una selección de los quijotes de Carrizosa personas que sentimos que no
podíamos faltar.
Leí dos de los pasajes más conocidos de la obra de
Cervantes, la aventura de los molinos de vientos y el discurso de la Edad de
Oro. Después de la primera hablé sobre
el Héctor inconforme que peleaba contra las instituciones y contra el arte que
se exhibía en algunas de ellas; del Héctor idealista, que en una de las tres
inauguraciones de esa galería en que rendía homenaje a su hijo recordaba su
estancia en Europa y soñaba con un taller para enseñar grabado. Yvonne cantó enseguida “Imposible Dream” y “Somewhere
over the Rainbow”.
El tema de la “Edad de Oro” le dio pie a Yvonne para la canción “Dime que sí”, de Esparza Otero, y a mí para hablar de cómo Héctor aspiraba a los valores del arte moderno y se apropió del legado de los grandes maestros españoles Velázquez, Goya y Picasso, y de las vanguardias, por lo que le costaba aceptar algunas propuestas del arte contemporáneo.
Con voz contenida por la emoción, ella le dedicó también “If You Go Away” o “Ne me quitte pas”, de Jacques Brel, en inglés y en francés, como le
gustaba cantarla al mismo Héctor Carrizosa.
El momento fue muy conmovedor, en especial para quienes se la escuchamos
alguna vez.
Cerró la noche Pedro Guasti, amigo que acompañaba en ocasiones al Maestro, mientras pintaba, con su guitarra. Su selección incluyó el tema “Molinos de viento” que le compuso al homenajeado. Lo acompañó su banda Pauta Libre, con músicos de gran altura. Fue una noche que nos permitió hacer una evocación y un duelo sereno, que no habíamos tenido la oportunidad de tener por su inesperada muerte, aún durante la emergencia del Covid.
II Pintor de quijotes,
Quijote de la pintura
Deseo compartir algunas notas que leí durante este homenaje,
para recordar el quehacer artístico de Héctor Carrizosa y, en especial, su controvertida
continuidad como pintor de quijotes:
En los años setentas Héctor era un pintor con reconocimiento
creciente en el área de Monterrey. Le
hacían encargos, sobre todo retratos. Un
día alguien le había pedido que le pintara un Quijote. Otra persona vio el primero y le pidió
otro… En unos años se convirtió en
pintor y escultor de quijotes, al punto que dice María, su esposa: “El Quijote
nos dio de comer”. Lo central en sus
recreaciones del personaje era la figura melancólica y ridícula, en
correspondencia al nombre que le da Sancho en la historia y que él personaje
adopta: “El Caballero de la Triste Figura”.
Héctor siguió pintando quijotes. Su serie que parecía inagotable se inspiraba
quizá en pocos pasajes de la obra original.
Se centraba más bien en el ícono o figura simbólica en que se ha convertido
el personaje: un loco cuerdo de mirada extraviada, pero lúcido; un hombre que
vive en sus fantasías librescas, pero es sabio.
Esta se unía, sin embargo, a otras series que caracterizan
su obra: la tauromaquia, la fiesta con trajes de luces en el ruedo que también
le daba la oportunidad que le daba para dibujar caballos; la exploración de su
propio quehacer artístico, con referencias a las obras de sus maestros, a su
estudio, a la tradición artística moderna y modernista, a sus preferencias en
otras artes, como la música y las artes escénicas; los desfiles o grupos de
personajes o “troupes” que se dirigen
a algún lugar, de inspiración picassiana, pero con sus propios ritmos y
acentos; mujeres desnudas y caras de
mujeres, ya fueran estas modelos desprevenidas del ojo del artista, o caras que
se repiten y se desdoblan, continuas y a veces fragmentadas en las que la expresividad
y dinamismo están en el trazo y en las variaciones de grises o colores mates, y
en el contraste de luz y sombra; retratos, muchos retratos; obras que tenían
que ver con su malestar social por la injusticia y la demagogia.
Héctor pensaba dibujando, y siempre estaba dibujando a las
personas a su alrededor. No podía dejar
de hacerlo. Por tanto, no solamente
pintó quijotes, pero el Quijote fue parte importante de su profesión artística,
y quiero aventurar algunas hipótesis sobre para qué pintaba quijotes:
Pintaba quijotes para afinar sus herramientas. Héctor dominaba la figura lánguida y lo
pintaba solitario en el paisaje; en contraste con su escudero Sancho; de medio
cuerpo; solo su rostro; en grabado, en dibujo, en óleo, en dripping, en escultura; exploraba medios y composiciones. Don Quijote era el pretexto para explorar
las muchas maneras de comunicar una idea; las muchas ideas y gestos de la misma
figura.
Pintaba quijotes para vivir.
La figura reconocible del viejo niño que juega a las batallas, del loco
soñador, del buen justiciero apaleado es muy querida y es una aspiración de
conocimiento y de valores humanos. A
veces no reconocemos las razones de su atractivo, pero es esa aura espiritual
la que le da un público. Y su gracia a
veces dolorida; es gracioso el contraste con el terrenal Sancho, y es gracioso
el contraste entre lo que crees ser y lo que los demás ven en ti. El Quijote es una figura universal y se
vende, como vende el trazo continuo y el gesto corporal o facial que le
imprimía Héctor. Tener tranquilidad para
ganarse la vida le permitía a Héctor seguir creando.
Pintaba quijotes por amor a la tradición española y al
legado de Pablo Picasso.
Pintaba quijotes porque poco a poco fue descubriendo un alter ego: en la soledad del que sueña e
imagina, en el que siente que no encaja, pero aun así tiene la voluntad de
demostrarle al mundo su verdad.
Pintaba quijotes para explorar los sueños, la imaginación en
la locura, la incomprensión del mundo, la lealtad incondicional de su
cabalgadura, y la de su escudero.
En los “retratos” de quijotes de su última década, Héctor da cuerpo a las ideas que pudo producir en su imaginación. El personaje está solo y extraviado en su mente y lo circundan ideas sobre qué ocurre en su mente: demonios descabezados, pájaros que lo atacan, o bien se posan en su cabeza; historias de sus títeres, que son los maniquíes de artista. Don Quijote se desdobla, es de alguna manera libre, resiste.
Héctor Carrizosa pintaba quijotes porque en última instancia se miraba en un espejo. En un cuadro el personaje está de frente, mitad vestido de luces: torero y soñador; capaz de enfrentar todos los riesgos.
En el hermoso libro de grabados que le publicó la UANL, Apuntes en la soledad del taller, hay
varios apuntes que se refieren a los sueños.
Entre otros, este: “Me siento como la noche, lleno de sueños”.
13 de noviembre de
2023
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